Simbología del ciprés

El ciprés es el árbol que simboliza la unión entre el Cielo y la Tierra. Tanto su tronco como sus raíces se alzan y descienden profundamente hacia el centro de la Tierra (antiguamente, el inframundo), así como hacia la morada de los dioses (actualmente, el reino de las ideas psíquicas).

El ciprés está considerado como un árbol sagrado entre numerosos pueblos; gracias a su longevidad y a su verdor persistentes, se llama "el árbol de la vida" (ciprés-tuya). Entre los griegos y los romanos, está en relación con las divinidades del infierno; es el árbol de las regiones subterráneas; está ligado al culto de Plutón, dios de los infiernos; también adorna los cementerios.

Foto de José Luis Trullo

El ciprés es en Europa un símbolo de duelo. Quizás se trata de todos modos de una mala interpretación, aunque sea de origen muy antiguo, del simbolismo universal y primitivo de las coníferas que, por su resina incorruptible y su follaje persistente, evocan la inmortalidad y la resurrección. "Las heladas del invierno no hacen sino resaltar con mayor esplendor la fuerza de resistencia del ciprés, al que no consiguen despojar de sus hojas", escribió Chuang-Tse. En la China antigua, el consumo de las semillas del ciprés procuraba longevidad, pues eran ricas en substancia yang. La resina del ciprés permitía, si uno se frotaba con ella los talones, andar sobre las aguas. Volvía el cuerpo ligero. La llama obtenida por la combustión de las semillas permitía la detección del jade y del oro, igualmente substancias yang y símbolos de inmortalidad.

Orígenes ve en el ciprés un símbolo de las virtudes espirituales, pues "el ciprés desprende muy buen olor", el de la santidad.

En el Japón, una de las maderas más usadas en los ritos del shinto es una variedad del ciprés, el hinoki: además de su utilización en la fabricación de diversos instrumentos, como el shaku (cetro) de los sacerdotes, hay que señalar sobre todo que el fuego ritual se enciende por frotamiento de dos trozos de hinoki. Esta madera es igualmente la que sirve para la construcción de los templos, como el de Isé. Se vuelven a encontrar aquí manifiestamente las nociones de incorruptibilidad y de pureza.

También como símbolo de inmortalidad se representa el ciprés (asociado al pino) en las logias de las sociedades secretas chinas, a la entrada de la "Ciudad de los Sauces" o del "Círculo del Cielo y de la Tierra". Los yin, dice Confuncio, lo plantaban al lado de los altares de la Tierra.

Según consta en el Diccionario de los Símbolos y Mitos de  J.A.Pérez-Rioja, al igual que todos los árboles fálicos el ciprés es, al mismo tiempo, un símbolo de la generación, de la muerte y del alma. Pero, sobre todo, en su calidad de árbol perenne, siempre verde, perfumado, de madera incorruptible como la del cedro, ha tomado una significación funeraria. Ya desde los tiempos paganos, se asocia con la idea de la muerte. Así, entre diversos pueblos primitivos y entre los griegos, que lo consideraban como uno de los atributos de Hades y de otras divinidades infernales. También debieron consagrarlo a Esculapio, dios de la medicina. Los romanos lo consagraron, asimismo al dios infernal Plutón, otorgando al ciprés el adjetivo de «fúnebre», con el que ha pasado a la posteridad. Por ello se encuentra, generalmente, en los cementerios. Por su follaje oscuro y por su tronco, que, si se corta, jamás vuelve a crecer -otras ideas que lo relacionan con la muerte-, el ciprés aparece esculpido en numerosas tumbas cristianas.


En la simbología del cristianismo, significa también la angustia, la inmortalidad o la mansedumbre.

En heráldica, simboliza elevados y nobles sentimientos, como la idea de incorruptibilidad.

En su Diccionario de los símbolos, H. Biedermann señala que el ciprés es
también atributo de muchas divinidades femeninas (Cibeles, Perséfone, Afrodita, Artemis, Envinome, Hera, Atenea). También las hijas del rey Eteocles de Orcomenos fueron convertidas en cipreses al igual que, según otra tradición, un joven llamado Kyparissos, que había dado muerte a un ciervo sagrado. Muchas cosas sugieren que el ciprés, ya en la época prehelénica, fue un árbol simbólico religioso al que más tarde se relacionó con cultos del mundo subterráneo. Por este motivo fue plantado a menudo junto a los sepulcros, y además, a causa de su virtud de repeler hechizos malignos, también fueron cercados. Decíase que unas ramitas de ciprés puestas debajo de las semillas preservaban a éstas de los elementos dañinos. El árbol de las hojas siempre verdes y de larga vida con su duradera madera era también símbolo de longevidad. Dado que también se le representa en cuadros del paraíso, pudo plantarse junto a las tumbas cristianas como símbolo de la esperanza en el más allá y representarse en los sarcófagos, aunque anteriormente muchos ídolos se habían tallado en madera de ciprés.

«La madera de ciprés resiste y dura mucho tiempo. 
Parece como si desafiase la carrera de la mortalidad
El que mediante el espíritu de Dios se prepara para la muerte
Sabiamente guiará su navecilla hacia la vida verdadera» 

                                  (Holiberg, 1675)